Palabras del Chaman
A los pies del chamán, contemplé en silencio mientras él fumaba lentamente su pipa llena de tabaco de mapacho.
El chamán me miró con calma y dijo:
—Hay algo que te está molestando, hermanito.
Me quedé en silencio un momento, tratando de poner en palabras lo que sentía… y luego dije:
—Sí… la verdad es que sí. Pero es algo un poco raro.
Él asintió.
—Dímelo. Te escucho.
—Mi equipo favorito son los Guardianes de Cleveland. Al comenzar esta temporada, se notaba que estaban disfrutando del juego. Jugaban con alegría—con amor por el béisbol. Pero en las últimas semanas… se han perdido. No solo en el campo, sino también en sus mentes, en sus corazones. Cometen errores mentales. No pueden batear. Ya no se divierten. Están perdiendo partidos que antes ganaban. Y siento que algo los está afectando… pero no sé qué es ni cómo pueden cambiarlo.
El chamán guardó silencio por un momento y luego dijo:
—Sí… te entiendo. Aunque soy de la selva, sé que esta vida tiene muchos caminos. Y el camino que recorren estos jugadores de béisbol no es distinto al de cualquier otro ser humano. En toda caminata de la vida hay subidas y bajadas. Eso es parte del viaje.
Por ejemplo… no se puede estar feliz todo el tiempo. Si uno siempre está feliz, eventualmente olvida lo que significa la verdadera felicidad. A veces necesitamos sentir tristeza para poder apreciar de verdad la alegría. Si siempre hay sol, olvidamos lo que se siente el calor—porque es todo lo que conocemos. Para disfrutar del sol, también hay que sentir el frío. El frío nos enseña a apreciar el calor del sol cuando vuelve.
Asentí.
—Tienes razón. Lo entiendo. Pero también… a veces en la vida uno tiene que cambiar algo activamente, ¿no? Cuando algo no está funcionando, hay que actuar. Este equipo—este grupo de jugadores—ya no está disfrutando del juego. Están atrapados. Y no saben cómo salir de ese estado.
El chamán me miró largo y con atención.
—Sí, hermanito. Es cierto. Pero déjame hacerte una pregunta importante: ¿cuál es el propósito de la vida?
Me quedé callado. No tenía respuesta. Así que le dije la verdad.
—No lo sé. Me he hecho esa pregunta muchas veces. ¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué es todo esto?
Él sonrió con calidez y se inclinó hacia adelante en su silla.
—El propósito de la vida es aprender. Evolucionar. Cada experiencia que vivimos lleva consigo una lección. Y si aprendemos esa lección—y la aplicamos—avanzamos. Pero si no… nos quedamos estancados. Repetimos el mismo ciclo hasta que por fin entendemos.
Me quedé con sus palabras, rodeado por el humo de su pipa. Luego dije:
—Entonces lo que me estás diciendo es… que estos jugadores no han aprendido la lección todavía. Por eso están estancados.
Asintió lentamente.
—Exactamente. Pero hay algo más. A veces, cuando tratamos demasiado de tener éxito—cuando forzamos las cosas para salir del estancamiento—olvidamos cómo relajarnos. Dejamos de fluir. Nos tensamos. Forzamos el proceso. Y al hacerlo, lo bloqueamos. Creamos tensión. Para avanzar, hay que relajarse. Y para relajarse… hay que respirar.
Continuó:
—Estos errores que están cometiendo los Guardianes no vienen por falta de talento. Ellos ya han demostrado que tienen la capacidad. Estos errores nacen de la tensión. Tensión en el cuerpo… que viene de la mente… que viene de la respiración.
Cuando Ángel Martínez lanza la pelota demasiado alta, no es solo un error técnico. Es un error de respiración. Su cuerpo está tenso. Su aliento es corto. Y cuando estamos tensos, perdemos el enfoque. Dejamos de fluir.
Volví a asentir.
—Tiene sentido. Pero… ¿qué más pueden hacer? Siento que están atrapados en ese estado y nada les funciona. ¿De verdad solo respirar puede ser suficiente?
—Respirar es la base —dijo el chamán—. Pero no es toda la solución. Para salir de un estado que nos tiene atrapados, a veces hay que hacer algo completamente distinto. Hay que experimentar. Cambiar algo. Porque si seguimos haciendo lo mismo, nos quedamos en la zona de confort—y ahí nada cambia.
Se inclinó hacia adelante.
—Te doy un ejemplo. No juego béisbol, pero me encanta jugar fútbol. Y mi pierna dominante es la derecha. Pero a veces me esfuerzo por usar la izquierda. Al principio es incómodo. Me siento torpe. Tengo que concentrarme. Pero cuando entreno mi lado izquierdo… algo increíble sucede: también mejora mi pierna derecha. ¿Por qué? Porque estoy creando nuevas conexiones neuronales. Estoy fortaleciendo ambos lados de mi cuerpo—y de mi mente. A veces tenemos que hacer lo opuesto de lo que haríamos normalmente. Ahí es donde están las lecciones ocultas.
Asentí otra vez.
—Entonces hacer algo contrario fortalece el sistema completo.
—Exactamente. O… a veces tenemos que volver al inicio. Imagina una torre que estás construyendo. Sigue creciendo, se hace más alta. Pero si la base es débil, esa torre va a colapsar. Hay que volver atrás. Reforzar la base. Y luego construir de nuevo—más fuerte que antes.
Sonreí.
—Eso me llega muy profundo. Yo hacía salto con garrocha en la universidad. Y recuerdo cuando ya no podía superar cierta altura. Me había estancado. Y lo que tenía que hacer era volver a los ejercicios más simples. A lo básico. Se sentía tonto… pero funcionaba. Supongo que en el béisbol sería como volver a golpear la pelota en un tee. Suena ridículo para un profesional volver a algo tan básico… pero si la base tiene una grieta, hay que regresar, mirarla de frente, y repararla.
—Exactamente, hermanito —dijo el chamán—. Ahora sí estás entendiendo.
Lo miré.
—Pero ahora estamos 40-40. Mitad de temporada. Y cuando uno ve la tabla… Detroit está muy arriba. Es una montaña enorme la que tenemos que escalar. Y honestamente… da vértigo solo pensar en eso.
—Sí —respondió—. Pero para escalar cualquier montaña, primero hay que empezar en el valle. Ahí es donde comienza cada subida.
—¿Y cómo la escalamos? —pregunté—. ¿Cómo empezamos desde tan abajo? Solo pensarlo abruma.
—No se escala mirando la cima —dijo él—. Si solo te enfocas en la cumbre, nunca vas a llegar. Porque la magia no está en la cima. Está en el proceso. Todo héroe, en toda historia, pasa por pruebas. Por luchas. Por dolor. Y eso es lo que lo prepara para la prueba final. Eso es lo que le da la fuerza para levantarse. Si el héroe se salta el sufrimiento, nunca obtiene las herramientas necesarias.
Me miró a los ojos.
—Así que no mires la cima. Mira tus pies. Mira dónde estás ahora. Ahora mismo estás en el valle. Perfecto. Eso significa que es hora de crecer. Y para salir del valle, solo se necesita dar un paso. Y poner toda tu atención en ese paso. Aprender la lección que ese momento te ofrece. Y luego… dar el siguiente. Un paso y después otro. Y seguir adelante—porque eres fuerte. Porque eres capaz. Porque tienes el poder de aprender, de aplicar las lecciones, de crecer—y de ascender. Y si haces eso, paso a paso, llegarás.
El chamán se recostó y sonrió.
—Hay una verdad en esta vida: todo está en constante cambio. Si ahora estás en el valle—¡perfecto! Eso significa que la subida viene después. Y cuando llegues a la cima de la montaña, recuerda: eso también cambiará. No estamos destinados a quedarnos arriba para siempre. Pero si decides caminar este camino con paciencia, con coraje, y con intención—
Aprenderás.
Ascenderás.
Volverá la alegría.
Y cuando llegue el momento adecuado…
Superarás la prueba final.